sábado, 28 de mayo de 2011

LA ESCUELA NO ES EL ESPEJO DEL ENTORNO, SINO UN PROYECTO DE TRANSFORMACIÓN NACIONAL

Después de leer el artículo “El quiebre educativo” del Dr. Miguel Carbonell, esto me lleva a reflexionar que la educación de calidad es condición necesaria, para el desarrollo de una nación. Desafortunadamente, en México no hemos entendido esta lección: el cierre de la brecha entre México y otras naciones de la OCDE tiene como requisito, no único, pero sí ineludible y central el cierre de la brecha entre sus logros educativos y los nuestros.
Las desafortunadas consecuencias sociales de nuestros pobres resultados educativos son evidentes: empleo insuficiente, baja remuneración y pobreza extendida; poca competitividad; inseguridad; corrupción; una democracia puramente electoral, no participativa; manipulación electorera; patrimonialismo y dependencia; abusos en materia de derechos humanos; insalubridad; inequidad, entre otros.
Lo que es peor es la cancelación de oportunidades vitales para niños y jóvenes de este país, pertenecientes a “las generaciones heridas de México”, generaciones puestas contra la pared por un sistema ineficaz, irresponsable, en el cual sólo una minoría de cada generación cuenta con la preparación mínima indispensable para defenderse en el competitivo siglo XXI. Allí están los datos. Esto no es una opinión, es un hecho. La situación actual es indefendible, es desastrosa, es insostenible, si no la componemos, no componemos a México del cáncer que puede terminar por matarlo.
Tenemos que entender que la única apuesta que cuenta es, la apuesta por el desarrollo del capital humano, el único que es genuinamente renovable y multiplicador.
Ante la evidencia de las brechas entre las altas finalidades que tiene el Sistema Educativo Nacional y sus bajos resultados actuales, y especialmente ante la evidencia de las brechas entre lo que se ofrece a algunos niños y comunidades con respecto de otros, se nos presenta de manera franca, casi a gritos, el imperativo moral de actuar.
Tenemos el imperativo moral de hacer algo, de cambiar las cosas para dejar de poner a generación tras generación de mexicanos contra la pared, de transformar las reglas y los sistemas vigentes para que las brechas se cierren. Cruzarnos de brazos, suspirar, lamentarnos… ninguna de ésas es una alternativa. Si queremos a México y si queremos un mejor México tenemos que actuar, que exigir, que cambiar, que construir el cambio que queremos ver en el mundo.
La primera barrera que tenemos que remover, es la venda sobre nuestros propios ojos; la primera brecha que tenemos que cerrar es entre intuir el problema y activarnos para resolverlo. Tal vez la brecha mayor, para tener esperanzas de que las demás se vayan cerrando, es la que se presenta entre el costo de la acción y el costo de la inacción. Un abismo las separa: hoy, la segunda es muy grave para los niños, pero de bajo impacto para los adultos. Suena difícil, ¿verdad?
¿Pero cómo suena seguir con los mismos resultados educativos y, por lo tanto, con un futuro contra la pared? Cada vez que pensemos en las dificultades de cambiar y procurar mejores resultados educativos en México, pensemos en el futuro que nos aguarda si no lo hacemos. Los intereses y las acciones de los adultos deben supeditarse al derecho de los niños a una educación de calidad y a un desarrollo pleno.
Los cambios que se requieren para legarle calidad educativa a los mexicanos llevarán tiempo. La escuela no está condenada a ser el espejo del entorno, sino el proyecto de su transformación. Si la escuela básica se conforma con reproducir las carencias de la comunidad en la que se encuentra, las brechas no se cerrarán y eventualmente se harán más hondas, más severas. Si, por el contrario, el sistema educativo coloca a la escuela pública en el centro, como verdadera comunidad de aprendizaje, poniéndose al servicio de las niñas y niños reales, apoyando a los maestros en su acción cotidiana e integrando a los padres en su adecuada corresponsabilidad, entonces la educación confirmará su papel como la mejor política de Estado para redistribuir las oportunidades.
En este 2011 es una excelente ocasión para asumir que la escuela está llamada a ser el proyecto de la nación grande que queremos, aquella que inspiró a los insurgentes y a los revolucionarios al sacrificio y a la audacia, no el reflejo de sus limitaciones presentes. Recuerda maestro que la primera brecha está en nuestras mentes y nuestros corazones; las acciones de cada uno dirán si estamos realmente dispuestos a cerrarla y a generar un cambio en nuestro México. Propongámonos que en cada escuela se aprenda lo relevante, y que no sea una casualidad o un lujo que cada niño tenga un gran maestro.