Introducción
Hoy día, es común escuchar afirmar al gobierno, sindicato, maestros y sociedad en general que la educación es la clave del desarrollo. El mensaje pudiera parecernos claro a todos, puesto que, una mejor educación significa, una mejor vida para gozar de salud, para ejercer la ciudadanía, asumir empleos bien remunerados y productivos, involucrarse en relaciones satisfactorias, consolidar un entorno social donde prive la seguridad, la corresponsabilidad, la confianza mutua y el Estado de Derecho. Pero ante ello, nos habremos de plantear el siguiente cuestionamiento: ¿Nos queda realmente claro por qué el desarrollo está determinado por la calidad educativa? y… ¿En verdad estamos dispuestos, más allá de la retórica usual, a involucrarnos para avanzar en las decisiones necesarias?, ¿Qué somos capaces de dar para lograrlo?
Siendo algo tan crucial para nuestro futuro, lo menos que se puede decir es que para la mayoría de nuestros niños y jóvenes la educación no está cumpliendo su papel de catalizador, de estrategia que pugne por la justicia y la prosperidad y con ello, se tiende al cierre de oportunidades.
Las ideas sobre educación de José Martí y Paulo Freire responden a una concepción de mundos en que la reflexión y la acción de ambos se insertan en una praxis en la construcción de un pensamiento crítico liberador que hace énfasis en una pedagogía crítica que no se reduce a una simple transmisión de saber, sino a la práctica pedagógica que construye el conocimiento desde una concepción problematizadora y que tiene como referente la lectura decodificadora de la realidad.
La educación vista como un derecho a alcanzar la plenitud propia de capacidades para la vida, lleva consigo la calidad, aquélla de la que se adolece actualmente, y de la que a falta de ella, las generaciones presentes y futuras están condenadas a topar con una enorme barrera para actuar.
Por eso, creo, pienso y siento que, ya basta de tomar con tibieza las cosas, es tiempo de realizar un análisis retrospectivo, y aceptar que estamos muy lejos de lo que podríamos alcanzar, pero también, que el cambio es posible y que hay suficientes elementos para confiar en que podemos desencadenarlo. La educación es algo sumamente importante como para desentendernos y dejarla a la deriva de las intenciones y capacidades de la autoridad educativa. Hay que entender que, en nuestro país también hay gente talentosa y comprometida; lo único que nos limita frecuentemente es la falta de focalización y de estrategia, algo que es muy común en el Sistema Educativo Mexicano.
Reconozco que para algunos va ser controversial el tema que voy a abordar, porque son cosas que no queremos escuchar y menos aceptarlo como cierto, pero es esencial escucharlo, porque es innegable y definitivo si queremos avanzar . Considero que en México tenemos un gran problema en el Sistema Educativo, en esto hay consenso, estamos todos de acuerdo, en lo que no estamos de acuerdo es en cuál es el problema que tenemos: el gobierno, la corrupción, los sindicatos, la infraestructura, el contexto social, los maestros o algo más, yo creo que ninguno de esos es el problema, no digo que no sean cosas a atender, pero no vamos a poder atender ninguna de esas cosas si no resolvemos primero el verdadero problema que tenemos.
El verdadero problema que tenemos en México es que la mayoría de los mexicanos nos asumimos como víctimas de nuestras circunstancias e históricamente siempre nos hemos asumido como víctimas, José Martí señala que la reflexión filosófica de nuestra América interpreta a una postura étnica de emancipación, punto de partida de la filosofía de la liberación latinoamericana que explica la apatía del ciudadano para romper los paradigmas.
Por lo tanto, necesitamos quitarnos la venda sobre nuestros propios ojos y reconocer que la primera brecha que tenemos que cerrar es entre intuir el problema y activarnos para resolverlo. Tal vez la brecha mayor, para tener esperanzas de que las demás se vayan cerrando, es la que se presenta entre el costo de la acción y el costo de la inacción. Un abismo las separa: hoy, la segunda es muy grave para los niños, pero de bajo impacto para los adultos. Suena difícil, ¿verdad?
¿Pero cómo suena seguir con los mismos resultados educativos y, por lo tanto, con un futuro contra la pared? Cada vez que pensemos en las dificultades de cambiar y procurar mejores resultados educativos en México, pensemos en el futuro que nos aguarda si no lo hacemos. Los intereses y las acciones de los adultos deben supeditarse al derecho de los niños a una educación de calidad y a un desarrollo pleno.
Desarrollo
Ante la evidencia de las brechas entre las altas finalidades que tiene el Sistema Educativo Nacional y sus bajos resultados actuales, y especialmente ante la evidencia de las brechas entre lo que se ofrece a algunos niños y comunidades con respecto de otros, se nos presenta de manera franca, casi a gritos, el imperativo moral de actuar.
Tenemos el imperativo moral de hacer algo, de cambiar las cosas para dejar de poner a las generaciones jóvenes de mexicanos contra la pared, de transformar las reglas y los sistemas vigentes para que las brechas se cierren. Cruzarnos de brazos, suspirar, lamentarnos… ninguna de ésas es una alternativa. Si queremos a México y si queremos un mejor México tenemos que actuar, que exigir, que cambiar, que construir el cambio que queremos ver en nuestra sociedad.
La educación en México cruza por el espacio del riesgo y la oportunidad de cambiar lo que hemos conocido durante años, es posible. La educación es algo demasiado importante como para dejarla en manos de los gobiernos, si queremos mejorar sustancialmente la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación, entonces debemos involucrarnos como sociedad. La razón es simple, el XXI será el siglo de la economía del conocimiento. Contrariamente a lo que pregonan presidentes y líderes populistas latinoamericanos, los países que avanzan no son los que venden materias primas, ni productos manufacturados básicos, sino los que producen bienes y servicios de mayor valor agregado.
Reflexionemos y actuemos, nunca es tarde para empezar a tomar acciones que nos lleven a mejorar nuestra sociedad y nuestro país. Las desafortunadas consecuencias sociales de nuestros pobres resultados educativos son evidentes: empleo insuficiente, baja remuneración y pobreza extendida; poca competitividad; inseguridad; corrupción; una democracia puramente electoral, no participativa; manipulación electorera; patrimonialismo y dependencia; abusos en materia de derechos humanos; insalubridad; inequidad, entre otros.
Lo que es peor es la cancelación de oportunidades vitales para niños y jóvenes de este país, pertenecientes a “las generaciones heridas de México”, generaciones puestas contra la pared por un sistema que ha demostrado ser ineficaz, en el cual sólo una minoría de cada generación cuenta con la preparación mínima indispensable para defenderse en el competitivo siglo XXI. Allí están los datos. Esto no es una opinión, es un hecho. La situación actual es indefendible, es desastrosa, es insostenible, si no hacemos algo, no componemos a México del cáncer que puede terminar por matarlo.
Actualmente, el peso del contexto social, prevalece sobre la intervención educativa, lo que ha llevado a la escuela a dejar de funcionar como ecualizador social y estrategia de Estado para redistribuir las oportunidades vitales de las nuevas generaciones. La escuela pública tiene precisamente su fundamento en la conciencia de que, al tener cada niña y niño el mismo derecho, se exige concentrar el esfuerzo social para que el desarrollo de capacidades signifique igualdad de oportunidades. ¿Dónde está la clave? ¿Por qué no estamos llegando? Porque en el Sistema Educativo Mexicano se desatiende o inhibe los factores que favorecen la equivalencia, y porque no se ligan procesos con resultados.
Desde mi perspectiva, las brechas no se superan por una multitud de factores que he agrupado en tres grandes rubros: en primer lugar tenemos un problema práctico para facilitar el acceso, coordinar las políticas y orientar la relevancia. También enfrentamos un problema político, porque la compensación para los niños y jóvenes está definida por reglas de ventaja entre los adultos. Finalmente tenemos un problema cultural enorme, pues la ignorancia no culpable y la complacencia, esa ya no tan inocente, favorece una “invisibilidad” de las brechas; ya nos acostumbramos a verlas como algo normal, imbatible, objeto, si acaso, de resignación.
La baja expectativa de la sociedad en general y de algunos padres y maestros favorece un ambiente de “demanda no cualificada”: la oferta de la escuela puede ser mediocre o francamente inequitativa, pero no hay incentivos a cambiar porque no hay presión social organizada y sistemática, y los esfuerzos puntuales en ese sentido, la presión crítica y leal puede ser construida por los políticos, airadamente, como expectativas injustas, urgencias desubicadas, demandas sin suficiente conocimiento. Pedir cambio educativo en México, con energía y contundencia, se plantea para los actores tradicionales como ataque personal, agenda oculta o se desestima con algún otro expediente. Si la crítica de los actores emergentes puede “voltearse” como descalificación, se buscará aislar y desacreditar las demandas de cambio.
En mi opinión, la escuela no está condenada a ser el espejo del entorno, sino el proyecto de su transformación. Si la escuela básica se conforma con reproducir las carencias de la comunidad en la que se encuentra, las brechas no se cerrarán sino que se harán más hondas, más severas. Si, por el contrario, el sistema educativo coloca a la escuela pública en el centro, como verdadera comunidad de aprendizaje, poniéndose al servicio de las niñas y niños reales, apoyando a los maestros en su acción cotidiana e integrando a los padres en su adecuada corresponsabilidad, entonces la educación confirmará su papel como la mejor política de Estado para redistribuir las oportunidades.
Asimismo, sin escuela, las posibilidades de aprender se reducen dramáticamente, pues aunque el mundo contemporáneo se mueve cada vez más en la combinación de lo digital, lo presencial y el autoaprendizaje, nunca hay que olvidar que la escuela con jornada regular sigue siendo la columna vertebral de la sociedad del conocimiento y sus carencias se reflejan en el desarrollo de competencias para la vida de los educandos.
En “La educación como práctica de la libertad” y en “Pedagogía del Oprimido” de 1969 y 1970 respectivamente, Paulo Freire desarrolla y sistematiza una concepción pedagógica crítica liberadora enfocada en revelar una realidad cargada de injusticias y asumir caminos alternativos para construir un mundo más humano y creativo, destacando que la construcción de alternativas será posible con la participación consciente de los oprimidos para establecer una causa común para afianzar el sistema opuesto de intereses y hábito de mando de los opresores.
Por lo tanto, la igualdad de oportunidades educativas existe cuando la probabilidad de que cualquier persona pueda matricularse en una institución educativa, recibir apoyo adecuado para aprender en profundidad a niveles de excelencia y proceder al siguiente nivel educativo, es independiente de características de adscripción y de factores ajenos al esfuerzo, la habilidad y las preferencias de la persona, y, en particular, de la clase social de origen, raza, género o lugar de residencia.
Para lograr la igualdad de oportunidades educativas Reimers (2002) establece que hay cinco desafíos de difícil solución, que están interrelacionados. El primero es lograr reducir las brechas en el acceso a la educación inicial, secundaria y terciaria entre estudiantes de distinto origen social. El segundo es atender a la segregación socioeconómica de estudiantes en instituciones educativas, que hace que estos asistan a escuelas poco diversas desde el punto de vista social. Eso tiene dos efectos: por una parte, impide a los estudiantes aprender de otros con experiencias distintas a las propias, y, por otra, significa que las escuelas en las que se concentran los estudiantes con menor capital sociocultural tienen menor capacidad de influencia en el Estado para reclamar los derechos educativos de sus hijos. El tercero es fortalecer las competencias profesionales de los docentes, pues en la práctica docente se encuentra el “nudo gordiano” para apoyar el éxito académico de los estudiantes de grupos marginados. Un cuarto desafío es la insuficiencia de materiales y de programas bien estructurados que hayan probado su efectividad en apoyar altos niveles de logro con estudiantes de grupos socialmente marginados. Por fin, un quinto desafío es que mucho de lo aprendido en la escuela es poco relevante para las demandas del mundo moderno. (Reimers, 2002: 151-2)
Se trata de un proceso de inclusión educativa, cerrar la brecha es no dejar a ninguno aislado, no dejar a ninguno fuera. La verdadera inclusión educativa es que aprendan todos, que aprendan lo suficiente, que aprendan lo que necesitan para la vida social del presente y puedan seguir aprendiendo toda la vida, sólo así se podrá cumplir con ese derecho a una educación de calidad.
Además, todavía la interacción entre la marginación en educación y pautas más amplias de marginación opera en ambas direcciones. Ser educado es una capacidad y posibilidad humana vital que permite a las personas hacer elecciones en áreas que cuentan. Paulo Freire señala que la falta de una educación restringe las elecciones, limita el alcance que la gente tiene para influenciar decisiones que afectan su vida. Las personas con falta de habilidades lectoras y matemáticas enfrentan un riesgo acentuado de pobreza, empleo inseguro y mala salud, es imposible leer texto alguno sin poseer una comprensión crítica del contexto al cual se refiere. La pobreza y la carencia de salud, a su vez, contribuyen a la marginación en educación. Lo mismo pasa con el hecho de que los marginados tienen una débil voz en la toma de decisiones políticas que afectan sus vidas.
La mejor oportunidad para quebrar las tendencias, la mejor oportunidad para tender un puente en las brechas de logro educativo es un buen maestro. Además de ser confirmado por la experiencia de incontables grupos de niños que han sacado la cabeza fuera de las negras aguas de la postración gracias a un docente audaz, solidario y preparado, también la investigación internacional brinda elementos para considerar al maestro en este especialísimo papel de potenciador.
Hay una renovación demográfica del rezago educativo en México porque los servicios se ofrecen con procedimientos que no fueron pensados para responder a los requerimientos de esos sectores, y con agentes que no fueron preparados ni son compensados proporcionalmente a la dificultad de su tarea.
La calidad en la labor docente puede superar los demás factores asociados al aprendizaje en cuanto a intensidad y permanencia de los efectos. Por otro lado, las evidencias analizadas por una gran variedad de autores entre los que destacan Arturo de la Orden Hoz (2007), apuntan precisamente al maestro de escuela en el nivel básico como estrechador de brechas, articulador de hábitos, actitudes y destrezas que, más allá del curriculum, puedan brindar las ocasiones de emparejar el terreno y hacer posible mantener altas expectativas sobre alumnos de ambientes familiares y comunitarios empobrecidos, precarios e incluso hostiles al propio niño.
Ahora bien, la consigna de cerrar brechas que es parte de toda vocación docente verdadera, se da, en el caso de México, con un triple condicionamiento. Por un lado, la gran mayoría de los maestros son producto del sistema que quieren cambiar y arrastran carencias y ausencias de su propia formación básica.
En segundo lugar, las escuelas profesionales a las que acuden, las Normales, no son en general buenas escuelas. Son el subsistema de educación superior que por décadas ha quedado más aislado de la academia, con docentes formadores de docentes que dejaron hace mucho el aula, que desconocen los nuevos enfoques pedagógicos y que no son exigentes en términos de lo que es el parámetro a alcanzar en el nivel terciario.
En tercer lugar, los incentivos de la profesión han estado igualmente distorsionados por décadas, con gran dificultad para cerrar la brecha con el mundo contemporáneo de un profesionista que avanza por mérito propio y no como parte de una agrupación con agenda política, fuerte organización vertical y alta capacidad para decidir por el maestro en aspectos cruciales como su adscripción o promoción.
Sorprende también que las brechas en la preparación o motivación de los maestros se conviertan en reflejo de empobrecimiento; hay un gran problema de eficiencia en el gasto cuando éste se destina, de forma desproporcionada a sueldos y salarios de los maestros, y aún así lo invertido no alcanza ni a nivel personal ni a nivel estructural. De todo el gasto en educación básica, la partida de “servicios personales” es del 93%, muy arriba del 79% promedio de OCDE.
Si persiste la brecha en el maestro, en su preparación, ánimo, motivación, ¿cómo lograríamos cerrarla en los alumnos? Tristemente, por la práctica funesta de desconocer quiénes son y qué hacen los maestros de México, por el clientelismo, el “corrimiento”, es decir, la práctica extendida en la que, ante una jubilación o promoción, la vacancia no se resuelve con un joven egresado, sino con maestros experimentados que desean los beneficios ligados a escuelas céntricas, bien dotadas, etcétera, las pautas de solución no son certeras, y el rol de los docentes no abona, en el arreglo actual, ni a la equidad entre ellos ni a cerrar las brechas de sus alumnos.
La consecuencia es que a la escuela más precaria a la escuela indígena, o altamente marginada en el medio rural, o la telesecundaria típicamente llega el maestro más inexperto, que lo que quiere es marcharse de la comunidad en cuanto pueda. Incluso con años de experiencia o muchas credenciales, es bueno siempre recordar que el rezago educativo ocurre en general en el mismo salón, más que fuera de él, y que por tanto prevenirlo y evitarlo es también una meta que puede asumir el maestro frente a aula, algo que resulta vital para remontar la desventaja de los alumnos frente a sus pares de México y el mundo.
Conclusión
Yo nací en México, crecí en México y en el proceso aprendí a amarlo, lo que no es difícil, esa entrega con la que apoyamos a los damnificados de los desastres naturales, esa pasión con la cantamos el Himno Nacional en los homenajes a nuestro lábaro patrio en cada una de las escuelas y cantábamos con corazón de niños orgullosos “más si osare un extraño enemigo… un soldado en cada hijo te dio”, considero que el peor insulto, la peor ofensa que le puedes hacer a un mexicano es ofender a su madre, es lo más sagrado que tenemos en nuestra vida.
México es nuestra madre que clama por sus hijos, nuestra madre México está siendo mancillada, ha llegado el extraño enemigo dónde está el soldado en cada hijo… Mahatma Gandi uno de los más grandes luchadores civiles de la historia dijo “Debes ser el cambio que quieres ver en el mundo”, en México hoy se buscan hombres y mujeres que amen a México y que estén dispuestos a sumarse a esta iniciativa educativa. Estamos frente a un adversario muy poderoso, pero nosotros somos muchos más, la batalla está ganada, pero hay que darla desde cada una de nuestras escuelas.
En este 2011 es una excelente ocasión para asumir que la escuela está llamada a ser el proyecto de la nación grande que queremos, aquella que inspiró a los insurgentes y a los revolucionarios al sacrificio y a la audacia, no el reflejo de sus limitaciones presentes. Recuerda maestro que la primera brecha está en nuestras mentes y nuestros corazones; las acciones de cada uno dirán si estamos realmente dispuestos a cerrarla y a generar un cambio en nuestro México. Propongámonos que en cada escuela se aprenda lo relevante, y que no sea una casualidad o un lujo que cada niño tenga un gran maestro.
No hay que olvidar que las escuelas que tienen éxito son normalmente las que apoyan el desempeño de los estudiantes que provienen de ambientes menos privilegiados. De igual manera, los países que tienen los niveles más altos de desempeño son por lo general aquellos que logran no solamente elevar la barra de aprendizaje, sino también nivelarla. Sin maestros en el nivel adecuado de desempeño sirve de muy poco contar con mejores programas compensatorios, todo suma en favor del alumno básicamente gracias a la mediación del maestro. Sin buenos maestros, no hay calidad educativa.
Por lo tanto, no sólo tenemos que cerrar la brecha entre los alumnos sino también tenemos que hacerlo con los maestros. Una revolución en la calidad de la docencia permitirá que la transformación educativa vaya más allá de resultados magros e inestables. Los grupos sociales y las autoridades políticas tienen que reconocer con honestidad que éste es un punto que no se puede obviar, rodear o posponer.
Si queremos alcanzar la Calidad Educativa es imprescindible reconocer que el modelo magisterial actual ofrece ya poco margen para seguir siendo viable; necesitamos una gran refundación que conjunte orgánicamente la formación inicial de calidad y selección exigente para incorporarse al servicio; la evaluación periódica, obligatoria y universal con la formación continua, la profesionalización plena y una perspectiva de vida y carrera del docente mexicano más digna y atractiva como profesional y no como peón de apoyos políticos ni como operario de programas centralistas.
Bibliografía
Alvarado Arias Miguel (2007). “José Martí y Paulo Freire: aproximaciones para una lectura de la pedagogía crítica”. Revista de Investigación electrónica. REDIE. Vol. 9, Núm.1.
De la Orden, Arturo (2007). “El nuevo horizonte de la investigación pedagógica, eje para transformar la docencia”. REDIE. Vol. 5 Núm. 1.
Reimers, F. (2002). “Tres paradojas educativas en América Latina. Sobre la necesidad de ideas públicas para impulsar las oportunidades educativas” en Revista Iberoamericana de Educación No. 29, mayo-agosto 2002. Madrid: Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
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